Evo, el hombre indispensable
Evo Morales es el diputado más competente de los que ha registrado la historia reciente del Congreso Nacional. No solamente ha llegado a su escaño en 1997 tras batir un récord nacional de aprecio entre sus votantes, sino que, como pocos, no ha perdido jamás el contacto con su circunscripción. Sólo por este hecho excepcional, ya podría ser calificado como un mandatario de verdad, es decir, un político que hace honor a su calidad de mediador entre la población y las autoridades.
Desde que es personaje público lo hemos visto, no solamente abogando a favor de sus adherentes, sino además, jugándose el pellejo por el segmento de la ciudadanía, a cuyo mando pelea sin descanso. Quién puede dudar de que la defensa de la coca es un argumento de primera línea entre los pobladores del Chapare y Evo ha desafiado incluso a la ley a fin de materializar esa resistencia.
Aquel fue su mandato al ingresar al hemiciclo y no se ha apartado ni un milímetro de lo que seis de cada 10 pobladores de la zona le habían encomendado.
Lamentablemente nada parecido puede decirse de sus actuales adversarios dentro de la Cámara de Diputados. La mayor parte son convidados de contrabando, ingresados por la puerta trasera de las listas plurinominales y normalmente inútiles a la hora de canalizar la voz del ciudadano a la arena del debate nacional. A favor de ellos y en el insólito afán de preservarles sus privilegios, a ninguno de los electores se le ocurriría organizar una huelga de hambre, como sí sucede en cambio con las mujeres cocaleras en defensa de Evo Morales.Algo más, aunque ya en clave casi íntima. Como ciudadano le tengo envidia a la gente del Chapare por tener a su servicio a un hombre dedicado a tiempo completo a resguardar sus intereses. A mí, por ejemplo, aunque tuve el tino de no votar por él, me debería representar un tal Chito Valle, cuya labor como funcionario público es una trágica combinación de cinismo, mimos familiares, motocicletas suntuosas y dormitorios prefecturales.Dice un empresario bananero que Evo ha delinquido organizando bloqueos en contra la erradicación de las bases de subsistencia de sus electores. Me atrevo a decir que ese era su deber como líder democrático.
Se le puede objetar que tales métodos de lucha no son los más acertados, pero nunca penalizarlo por ejercer su deber parlamentario. De manera de que el problema del Chapare no es el diputado Evo Morales y sus furores rebeldes, sino la falta de solución para las familias campesinas, que empujadas por la crisis, han buscado el cultivo más rentable de este país parcelario.
Si no nos gusta que las carreteras se llenen periódicamente de agricultores, lo mejor sería ahorrarse esos bríos mal empleados en triquiñuelas legales para quitarle el fuero parlamentario a Evo Morales, e invertirlos en la solución concertada de los problemas de esa región polvorín. Y para que eso sea así, en vez de empujar a los cocaleros a la ilegalidad, deberíamos celebrar que éstos tengan representación parlamentaria, manejen las reglas de juego democráticas y, al ser así, mantengan su ira justificada dentro de los cauces de la lucha legal.
Por eso y todo lo anterior, Evo Morales es una pieza indispensable dentro de nuestra existencia democrática.
(La Razón, 2002, cuando se consumó el desafuero de E. Morales)
Desde que es personaje público lo hemos visto, no solamente abogando a favor de sus adherentes, sino además, jugándose el pellejo por el segmento de la ciudadanía, a cuyo mando pelea sin descanso. Quién puede dudar de que la defensa de la coca es un argumento de primera línea entre los pobladores del Chapare y Evo ha desafiado incluso a la ley a fin de materializar esa resistencia.
Aquel fue su mandato al ingresar al hemiciclo y no se ha apartado ni un milímetro de lo que seis de cada 10 pobladores de la zona le habían encomendado.
Lamentablemente nada parecido puede decirse de sus actuales adversarios dentro de la Cámara de Diputados. La mayor parte son convidados de contrabando, ingresados por la puerta trasera de las listas plurinominales y normalmente inútiles a la hora de canalizar la voz del ciudadano a la arena del debate nacional. A favor de ellos y en el insólito afán de preservarles sus privilegios, a ninguno de los electores se le ocurriría organizar una huelga de hambre, como sí sucede en cambio con las mujeres cocaleras en defensa de Evo Morales.Algo más, aunque ya en clave casi íntima. Como ciudadano le tengo envidia a la gente del Chapare por tener a su servicio a un hombre dedicado a tiempo completo a resguardar sus intereses. A mí, por ejemplo, aunque tuve el tino de no votar por él, me debería representar un tal Chito Valle, cuya labor como funcionario público es una trágica combinación de cinismo, mimos familiares, motocicletas suntuosas y dormitorios prefecturales.Dice un empresario bananero que Evo ha delinquido organizando bloqueos en contra la erradicación de las bases de subsistencia de sus electores. Me atrevo a decir que ese era su deber como líder democrático.
Se le puede objetar que tales métodos de lucha no son los más acertados, pero nunca penalizarlo por ejercer su deber parlamentario. De manera de que el problema del Chapare no es el diputado Evo Morales y sus furores rebeldes, sino la falta de solución para las familias campesinas, que empujadas por la crisis, han buscado el cultivo más rentable de este país parcelario.
Si no nos gusta que las carreteras se llenen periódicamente de agricultores, lo mejor sería ahorrarse esos bríos mal empleados en triquiñuelas legales para quitarle el fuero parlamentario a Evo Morales, e invertirlos en la solución concertada de los problemas de esa región polvorín. Y para que eso sea así, en vez de empujar a los cocaleros a la ilegalidad, deberíamos celebrar que éstos tengan representación parlamentaria, manejen las reglas de juego democráticas y, al ser así, mantengan su ira justificada dentro de los cauces de la lucha legal.
Por eso y todo lo anterior, Evo Morales es una pieza indispensable dentro de nuestra existencia democrática.
(La Razón, 2002, cuando se consumó el desafuero de E. Morales)
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