Trabajo y reciprocidad, los colores para el Gobierno de Evo
Oscar Ordóñez Arteaga
El primer borrador de la Constitución Política del Estado de Bolivia, redactado por Simón Bolívar y transportado "a lomo de mula por una cornisa de trescientas sesenta leguas desde Chuquisaca hasta La Paz", ya tenía dos errores históricos: no tomaba en cuenta a sus aldeas, a sus provincias, las costumbres, los usos, las culturas, el comercio, la industria y todo lo que se refería a la realidad del país, y reconocía a la religión Católica como la única del país.Consciente de que estos errores se deben enmendar, Bolívar mandó de inmediato una carta al Congreso explicando, además, que la religión Católica, como única del Estado, era un tema que no se debía debatir, sino dejar a la entera libertad de los ciudadanos de creer o no en Dios y profesar su religión desde un plano moral.Estas recomendaciones fueron ignoradas por la Constituyente: aprobaron a la religión Católica como la única del Estado, discriminando, a juicio del ex vicepresidente de Bolivia Luis Ossio Sanjinés la posibilidad de la libertad de creencia; y lo que es peor, crearon las condiciones de la desintegración nacional, al no analizar la realidad de este país.Es decir, ni bien nació Bolivia, se ignoró a sus grupos indígenas: quechuas, aimaras y yuracarés, entre otros, porque no sabían hablar español (idioma dominante en ese tiempo) ni sabían leer y escribir.Si la Asamblea Constituyente de aquel tiempo hubiera tomado en cuenta las sugerencias del libertador Bolívar, respecto a la integración nacional –quién sabe– la wiphala ya sería un símbolo patrio como la bandera o el himno nacional.Sin embargo, el domingo 22 de enero, la presencia de la wiphala como símbolo patrio se superó no con una Asamblea Constituyente, ni a través de un proyecto de ley ni bajo la luz blanca de costosos reflectores que iluminan mesas de especialistas en el tema, sino con la única excusa de que el indígena Evo Morales era desde ese momento el nuevo Presidente de Bolivia.De hecho, el mismo instante en que Morales juró como presidente del país nos dio la impresión de que las wiphalas, que estaban izadas junto a la tricolor boliviana y la bandera de La Paz en el palco central del palacio Legislativo, flamearon más engreídas que de costumbre, acariciadas por un tímido sol de febrero que alumbró brevemente como si supiera de la posesión.Autoridades originariasLas autoridades originarias del Ayllu de Amarete, de la provincia Bautista Saavedra de La Paz, que llegaron a la plaza Murillo el anterior domingo con el único deseo de ver cómo uno de los suyos se hacía Presidente de todos los bolivianos.Y no tenían mejor motivo que celebrar el histórico momento con tarkas, bombos y zampoñas entonando canciones en honor a su presidente, confiados en que éste sabrá solucionar los problemas por los que Amarete atraviesa: desarrollo rural, falta de servicios básicos, postas sanitarias y luz eléctrica, entre otras necesidades. "Hemos venido con nuestra música, porque queremos que el hermano Evo nos apoye en el desarrollo rural", dijo Valentín Kuno, un agricultor de 46 años.La misma alegría que derrochaban los originarios de Amarete se pudo advertir en los residentes de Niño Cori, otro pueblo de la provincia Bautista Saavedra, al norte de La Paz, que cuenta con 100 familias y que también necesitan luz eléctrica, servicios de salud y agua potable."No queremos que se nos discrimine más. Ya no queremos cocinar con leña, ya no queremos seguir viviendo con mecheros", nos dijo Javier Quispe, de 31 años, cuya familia se dedica a bordar aguayos con lana de oveja para venderlos en La Paz.Muy distinta era tal vez la expresión de aquellos "no indígenas" de ésta y otras ciudades, reunidas también en la plaza Murillo. Estas personas parecían no expresar sus sentimientos con sonrisas evidentes, sino que su felicidad la llevaban por dentro; como si sólo quisieran sacarla a flote con aplausos y vivas el momento cuando Morales iba a decir "Sí, juro".Pero hasta que llegue ese momento, la ansiedad por saber y ver todo lo que pasaba detrás del cordón policial que impedía el paso de la gente hacia los palacios de Gobierno y Legislativo se podía ver en las actitudes que estas personas demostraban.Por ejemplo, vimos a algunos jóvenes sentados en las ramas de los árboles de la plaza Murillo para ver entrar al presidente electo al Palacio Legislativo.Acontecimiento Javier Ramírez, natural de Puerto Suárez, había llegado a La Paz con sus hijos y su esposa para ser testigo de este acontecimiento histórico. Y se subió sobre un medidor de luz eléctrica que está pegado a la pared de un hotel para tomar fotos al electo presidente.Ramírez pudo ver sin interferencias el momento en que el ex presidente Carlos Mesa se llevó como recuerdo ingrato silbidos y abucheos cuando apareció por la plaza Murillo para entrar al Congreso. La memoria de la gente es indeleble y su sentencia, inapelable.Pero el momento llegó, y Morales con la mano derecha al pecho y el puño izquierdo y cerrado en lo alto juró ante toda Bolivia ser un buen presidente. En ese instante, vimos caer lágrimas de emoción por las mejillas de algunos presentes en plaza Murillo, que al igual que los pobladores de las comunidades originarias quisieran que con el gobierno de Morales "las cosas cambien".Así lo desea Miguel Layme, paceño de 72 años, por cuyos ojos quedaron grabadas para siempre las imágenes más dramáticas de la historia de este país. "No quería perderme este momento por nada del mundo", sonrió.Layme, como otros llevaba en manos la histórica wiphala. "Me siento orgulloso de esta bandera. Me basta con saber que representa a los pueblos indígenas de este país, ignorados por tanto tiempo".
(tomado de www.la-epoca.com)
El primer borrador de la Constitución Política del Estado de Bolivia, redactado por Simón Bolívar y transportado "a lomo de mula por una cornisa de trescientas sesenta leguas desde Chuquisaca hasta La Paz", ya tenía dos errores históricos: no tomaba en cuenta a sus aldeas, a sus provincias, las costumbres, los usos, las culturas, el comercio, la industria y todo lo que se refería a la realidad del país, y reconocía a la religión Católica como la única del país.Consciente de que estos errores se deben enmendar, Bolívar mandó de inmediato una carta al Congreso explicando, además, que la religión Católica, como única del Estado, era un tema que no se debía debatir, sino dejar a la entera libertad de los ciudadanos de creer o no en Dios y profesar su religión desde un plano moral.Estas recomendaciones fueron ignoradas por la Constituyente: aprobaron a la religión Católica como la única del Estado, discriminando, a juicio del ex vicepresidente de Bolivia Luis Ossio Sanjinés la posibilidad de la libertad de creencia; y lo que es peor, crearon las condiciones de la desintegración nacional, al no analizar la realidad de este país.Es decir, ni bien nació Bolivia, se ignoró a sus grupos indígenas: quechuas, aimaras y yuracarés, entre otros, porque no sabían hablar español (idioma dominante en ese tiempo) ni sabían leer y escribir.Si la Asamblea Constituyente de aquel tiempo hubiera tomado en cuenta las sugerencias del libertador Bolívar, respecto a la integración nacional –quién sabe– la wiphala ya sería un símbolo patrio como la bandera o el himno nacional.Sin embargo, el domingo 22 de enero, la presencia de la wiphala como símbolo patrio se superó no con una Asamblea Constituyente, ni a través de un proyecto de ley ni bajo la luz blanca de costosos reflectores que iluminan mesas de especialistas en el tema, sino con la única excusa de que el indígena Evo Morales era desde ese momento el nuevo Presidente de Bolivia.De hecho, el mismo instante en que Morales juró como presidente del país nos dio la impresión de que las wiphalas, que estaban izadas junto a la tricolor boliviana y la bandera de La Paz en el palco central del palacio Legislativo, flamearon más engreídas que de costumbre, acariciadas por un tímido sol de febrero que alumbró brevemente como si supiera de la posesión.Autoridades originariasLas autoridades originarias del Ayllu de Amarete, de la provincia Bautista Saavedra de La Paz, que llegaron a la plaza Murillo el anterior domingo con el único deseo de ver cómo uno de los suyos se hacía Presidente de todos los bolivianos.Y no tenían mejor motivo que celebrar el histórico momento con tarkas, bombos y zampoñas entonando canciones en honor a su presidente, confiados en que éste sabrá solucionar los problemas por los que Amarete atraviesa: desarrollo rural, falta de servicios básicos, postas sanitarias y luz eléctrica, entre otras necesidades. "Hemos venido con nuestra música, porque queremos que el hermano Evo nos apoye en el desarrollo rural", dijo Valentín Kuno, un agricultor de 46 años.La misma alegría que derrochaban los originarios de Amarete se pudo advertir en los residentes de Niño Cori, otro pueblo de la provincia Bautista Saavedra, al norte de La Paz, que cuenta con 100 familias y que también necesitan luz eléctrica, servicios de salud y agua potable."No queremos que se nos discrimine más. Ya no queremos cocinar con leña, ya no queremos seguir viviendo con mecheros", nos dijo Javier Quispe, de 31 años, cuya familia se dedica a bordar aguayos con lana de oveja para venderlos en La Paz.Muy distinta era tal vez la expresión de aquellos "no indígenas" de ésta y otras ciudades, reunidas también en la plaza Murillo. Estas personas parecían no expresar sus sentimientos con sonrisas evidentes, sino que su felicidad la llevaban por dentro; como si sólo quisieran sacarla a flote con aplausos y vivas el momento cuando Morales iba a decir "Sí, juro".Pero hasta que llegue ese momento, la ansiedad por saber y ver todo lo que pasaba detrás del cordón policial que impedía el paso de la gente hacia los palacios de Gobierno y Legislativo se podía ver en las actitudes que estas personas demostraban.Por ejemplo, vimos a algunos jóvenes sentados en las ramas de los árboles de la plaza Murillo para ver entrar al presidente electo al Palacio Legislativo.Acontecimiento Javier Ramírez, natural de Puerto Suárez, había llegado a La Paz con sus hijos y su esposa para ser testigo de este acontecimiento histórico. Y se subió sobre un medidor de luz eléctrica que está pegado a la pared de un hotel para tomar fotos al electo presidente.Ramírez pudo ver sin interferencias el momento en que el ex presidente Carlos Mesa se llevó como recuerdo ingrato silbidos y abucheos cuando apareció por la plaza Murillo para entrar al Congreso. La memoria de la gente es indeleble y su sentencia, inapelable.Pero el momento llegó, y Morales con la mano derecha al pecho y el puño izquierdo y cerrado en lo alto juró ante toda Bolivia ser un buen presidente. En ese instante, vimos caer lágrimas de emoción por las mejillas de algunos presentes en plaza Murillo, que al igual que los pobladores de las comunidades originarias quisieran que con el gobierno de Morales "las cosas cambien".Así lo desea Miguel Layme, paceño de 72 años, por cuyos ojos quedaron grabadas para siempre las imágenes más dramáticas de la historia de este país. "No quería perderme este momento por nada del mundo", sonrió.Layme, como otros llevaba en manos la histórica wiphala. "Me siento orgulloso de esta bandera. Me basta con saber que representa a los pueblos indígenas de este país, ignorados por tanto tiempo".
(tomado de www.la-epoca.com)
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